domingo, 26 de abril de 2009

30000 visitas

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Este post no habla de nosotros, si no de quienes, con sus visitas, han hecho posible que mantengamos la ilusión de seguir publicando.

Dentro de poco más de un mes, se cumplirá un año que decidimos iniciar esta aventura, y estamos muy satisfechos con la respuesta que hemos encontrado y las amistades que hemos hecho.

Muchas gracias por dedicar un ratito de tu tiempo a pasarte por aquí ;-)

Seguimos viajando...
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domingo, 19 de abril de 2009

Creatividad

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Hundo la brocha dentro de la mezcla. El olor es suave y agradable. También opto por utilizar una delgada ramita. El otro día pasé por un parque y vi un montón de ellas tiradas por el suelo; pensé que me serían de gran ayuda. Para los detalles más minúsculos y exquisitos usaré palillitos de dientes. Cuanto más cantidad de líquido logre transformar con pictórica maña, más se apreciará la obra pasados los minutos.

Tengo varios modelos de motivos geométricos y vegetales, pero creo que al final optaré por rudimentarias fusiones.

Al son de mis sencillos utensilios de trabajo, mi adorador se relaja y excita intercaladamente. Por unos instantes, intento adquirir un rol de ancestral artesana que trabaja los secretos del arte y de la piel. El pulso me traiciona en ocasiones y con un trozo de papel intento borrar de la memoria del pene mis errores. Las curvaturas son ejecutadas con pequeños puntos, con rápidos ejercicios de muñeca intento plasmar largas líneas semi-rectas que lleguen hasta el glande: una serpiente, enredaderas florales, caracolas, lunares...

Satisfecha mi inspiración, hay que esperar a que la henna se seque. Sólo cuando esté cuarteada, será el momento de rasparla y retirarla. Mientras tanto, colmo de dulces besos la boca de mi adorador. Nuestras lenguas juguetean incansablemente viendo pasar el tiempo.

Las pieles son un entramado de caprichos y secretos: no todas aceptan el color de la natural composición y por supuesto no sé si en la piel genital se vislumbrará tanto como en la de los brazos o las manos. Estoy dispuesta a descubrirlo. Mi sexo se lo merece; es belleza y poesía, tan sólo las cosas más preciosas y refinadas tienen relación con él, entre ellas: yo.

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jueves, 9 de abril de 2009

Beestica: amarillo y negro

Leyendo un poco sobre la sátira de Bernard Mandeville: La fábula de las abejas, reflexioné sobre la necesidad de adornar nuestro colorido catálogo de “entregas” con una última adquisición; el adorador-zángano.

Todo el mundo asocia a este pequeño integrante de la colmena con la ociosidad y el disfrute. Sin embargo, la vida de nuestro simpático “bichito” no está tan llena de placeres como cabría esperar.

No voy a negar que yo soy la reina de mi hogar y que mi zángano copulará conmigo cuantas veces desee, pero hay muchísimas otras cosas.

Los zánganos tienen sus propias obligaciones en los apanelados cobijos: proteger a las crías y realizar la trofalaxis, es decir, alimentar a las abejas obreras para que puedan realizar adecuadamente la producción de la miel. Hay que añadir, además, que siempre están sometidos a los designios de las hembras: pueden ser expulsados por ellas cuando lo requieran oportuno y sólo son válidos para la consecución de los fines de éstas.

Mi adorador se transforma en zángano cuando tiene que limpiar la casa o complacerme a nivel general. Es importante no confundir a esta pareja con el color verde (véase aquí la entrada de lacística que argumenta sobre los DDCs). Los DDCs son días concretos, señalados y su actividad es mucho más intensa. En los DDCs se incluyen “compla-ciencias” relacionadas con objetos internos (hogar) y externos (amistades, viajes...etc) en ellos no suele haber, por lo general, componente erótico o sexual.

Sin embargo en la beestica, siempre hay componente sexual (como lo hay entre la reina y su zángano) y tan sólo se trata de quehaceres y caprichos “de interior” (dentro de nuestra propia colmena).

Uno que me gusta especialmente, es cuando le pido a mi “adozanga” que no vaya al gimnasio y realice sus sesiones de ejercicios en nuestra habitación. Es realmente estimulante ver su cuerpo sudoroso mientras hace bicicleta o abdominales en el suelo. Por supuesto que tan sólo va vestido con las tiras de raso pertinentes. Me congratula acariciar su cuerpo o masturbarme encima de él mientras cuenta sus series.

Cuando me canso, le echo a la cocina o al salón; eso sí, no sin antes prepararme un buen zumo de frutas.

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miércoles, 1 de abril de 2009

Turismo

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Yo voy a la cocina para hacer turismo. Me acerco con curiosidad a ese país limpito de ricos olores. Allí viven, en edificios llamados despensas, botes de cereales y legumbres. Las frutas y verduras habitan La Nevera, un blanquísimo palacio de invierno eterno; en las alacenas y cajones, platos, vasos, copas y cubiertos esperan el momento de acompañar manjares y líquidos sabrosos, para luego ser recompensados con una estancia en un balneario que allí llaman lavavajillas.

En este curioso país, hay un habitante que destaca por encima de los demás. Su indumentaria es exótica y diríase que algo desvergonzada, pues consta la mayor parte de las veces de un simple delantal, cuando no está directamente desnudo. Eso sí, tiene una bonita colección de delantales, a la que contribuyo obsequiándole de vez en cuando con alguno cuando le visito.

Tiene costumbres extrañas -aunque provechosas-, que son agradables de contemplar, como verle traer las bolsas de la compra y distribuir su contenido ordenadamente, hacer el desayuno, la merienda y la cena (¡sí, chicas, él lo hace, y además con gusto!), activar el balneario o apretar botones de algo creo que se llama lavadora -¿será porque mediante ella me adora?-, de la que saca la ropa fragante y limpia.

Las pocas veces que viajo a la cocina, el habitante se muestra muy agradecido: suele darme la bienvenida con una poderosa erección, visible por su desnudez o aún más evidente si está imposiblemente disimulada por el delantal. Yo lo toco o lo manoseo a mi antojo, pero procurando que no se despiste de sus quehaceres: no quiero distraerle de su principal y necesaria ocupación, que es cocinar.

¿Qué significa este verbo? Chicas, yo tampoco lo sé. Y es que el idioma del habitante de la cocina está plagado de palabras para mí incomprensibles: batidora, exprimidor, detergente, olla, lavar, licuadora, estropajo, cazuela, fregar... Y sobre todo, cocinar, el verbo fundamental de este habitante.

Sin duda, es un país fascinante, que merece la pena visitar de vez en cuando, para contemplar sus tradiciones, hacer algunas fotos... y luego, volver a nuestro cómodo sofá.

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